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martes, 17 de julio de 2012

Charlie Weekend. El Gaucho de Bariloche.


Bajamos por una larga recta, que es absorbida por una enorme extensión de masa blanca bajo el horizonte, son las Salinas Grandes. Nos paramos para inmortalizar la escena y coincidimos con Mauricio, un viajero italiano que se mueve en solitario por la zona. Charlamos un rato y compartimos alguna foto, dándole algunos consejos para lograr una buena toma. Ya más abajo, en el cruce hacia San Antonio de los Cobres, conocemos a Juan Carlos Liquin, Charlie Weekend para los amigos. Tiene 75 años y es un gaucho de Bariloche, aunque sus orígenes están en un pueblito, no muy lejano de aquí, en las faldas del Nevado Chaní ( 5.980 m. a.s.n.m.). Debemos desviarnos un poco, pero acordamos llevarle a El Moreno, donde se dirige para asistir al entierro de su hermana de 82 años que ha fallecido.



La compañía de Charlie es muy interesante, nos cuenta un montón de cosas sobre su vida y su familia (le gusta comunicarse). También nos relata algún episodio de su infancia a las faldas del Nevado Chaní, al que venían escaladores de todas partes del mundo, se agacha y coge un arbusto, lo huele entre sus manos ... es una buena planta para hacer mate.


Estamos en ruta, pista ancha de ripio y buena compañía. Nos hemos desviado para dirigirnos a El Moreno, pequeño pueblecito en las montañas donde dejaremos a Charlie. El paisaje es desértico, prácticamente sin vegetación y la pista siempre hacia arriba. Hemos llegado, es un pueblito muy pequeño, en el que no creo que vivan más de seis u ocho familias. Con un gesto, Charlie nos dirige hacia una de las casas de adobe. En la puerta un hombre adulto y unos niños nos miran con sorpresa mientras nos acercamos ... Charlie desciende del coche para parlamentar. Oteo el horizonte desde el coche, el paisaje es montañoso, predominan los tonos ocre y no hay ni rastro de verde. Imponente, al fondo y predominando sobre la escena, la cumbre nevada del Chaní.

Atravesando pistas de tierra casi intratables, ríos y desniveles varios, vamos ganando terreno a la montana. Escudriñando el horizonte intento localizar algún vestigio de vida entre las montanas pero no distingo nada, mas allá de piedra, tierra y montana, ni siquiera hay un guanaco. Más de media hora tardamos en alcanzar San Jose de Chani, su pueblo. Son tres casas de adobe muy humildes. No se oye ni un alma... le miramos ... ".que hacemos?" Charlie gira su vista hacia más arriba ... 


Si, volvemos a ganar terreno a la montana, ya hace rato que pasamos los 3.000 m. y subiendo. Nos encontramos bien y animados, aunque empiezo a sentir curiosidad por saber donde íbamos a terminar. En nuestra última parada, Charlie nos hablo de un lugar... un poco más arriba... donde encontraremos a su familia. 

Debemos estar cerca de los 4.000 m. cuando llegamos a una ... dos casas perdidas en medio de la nada. No se ve ni un alma pero Charlie desciende del coche y se introduce con seguridad en una de las casas con la puerta abierta. Le seguimos y en su interior encontramos una veintena de personas, en su mayoría hombres, y el cuerpo de la hermana de Charlie postrado sobre un murete de piedra. Están rezando oraciones en alto, una especie de letanías, mientras nuestro compañero de viaje se acerca al cuerpo sin vida de su hermana. La mirada amable de Charlie se torna triste y compungida, mientras acaricia con suavidad el brazo de la fallecida. Aunque acabo de conocerle, me apena su trance y lo siento. Por unos momentos tengo la sensación de que esto, más que un funeral, parece una despedida entre luchadores.

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